Proyecto de ley creando la Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e islas del Atlántico Sur (21 de septiembre de 1988)
Sesión del 21 de septiembre de 1988 – 26º Reunión
Año 1988 – Septiembre – Páginas 2869 a 2873
Sr. Menem. — Señor presidente: luego de largas jornadas de debate, prácticamente, no ha quedado nada por decir.
Todos hemos venido preparados para participar con nuestras exposiciones en este importantísimo debate del proyecto por el cual se crea una nueva provincia.
A quienes nos toca hacer uso de la palabra al final de las exposiciones indudablemente nos resulta un poco fatigoso repetir argumentos que hemos estado escuchando durante estas dos largas jornadas.
Por ese motivo, comparto lo dicho por el jefe de la bancada radical y voy a limitar al máximo mi exposición. No he traído un discurso escrito; de haberlo hecho hubiera solicitado su inserción.
Sólo quiero formular algunas breves reflexiones sobre aspectos puntuales que a mi juicio deberían remarcarse a efectos de hacer otro aporte a este importantísimo tema que hoy estamos tratando.
Antes que nada, permítaseme hacer una manifestación de tipo personal. Desde hace pocos días tengo el honor de presidir la bancada justicialista. Al respecto, quiero manifestar mi orgullo por la actuación de todos los integrantes de mi bloque, la que revela el estudio, dedicación y preocupación que ha habido por este tema, realmente, me llena de alegría y de honor poder estar al frente de esta bancada.
Pero, es justo reconocerlo, también me siento orgulloso de haber participado en este debate en el que todos los señores senadores han puesto lo mejor de sí como aporte al esclarecimiento de esta cuestión.
Considero que éste constituye uno de los grandes debates que ha tenido el Senado de la Nación y que va a pasar a la historia no sólo por su trascendencia, sino por la jerarquía de las exposiciones que hemos escuchado.
Indudablemente, ésta no es una provincialización más. Del tenor de las exposiciones ha surgido que el asunto de la provincialización es, como decimos los abogados, un tema pacífico. Nadie está en contra de ello. Las grandes diferencias surgen alrededor de otra cuestión: la extensión que vamos a darle a la nueva provincia.
En este punto es donde entran a jugar otro tipo de argumentos, otro tipo de emociones —diría yo—, porque se trata ni más ni menos que de incorporar o no en la nueva provincia al territorio irredento de Malvinas.
El tema de la Antártida Argentina, esa porción de suelo patrio que está siendo observada con interés cada vez más creciente por todas las potencias del mundo, también es caro a nuestros sentimientos.
A mí no me aflige que en el curso del debate haya habido algún acaloramiento, se hayan expresado algunas palabras de más; es la pasión argentina que nos mueve a todos, porque nadie puede decir aquí que es más patriota que otro. Creo que todos estamos en lo mismo, motivo por el cual no pienso que sea procedente que se utilice — como ocurrió en esta sesión— el término «patrioterismo». No corresponde, porque somos todos patriotas y todos estamos en defensa de lo nacional. No compartimos los procedimientos, no estamos de acuerdo con algunos aspectos de la cuestión, pero todos estamos coincidiendo en provincializar Tierra del Fuego y en defender la soberanía nacional.
En primer término, debo decir con respecto a esto que el Poder Ejecutivo —en una sola expresión— ha tenido una política un tanto errática, que se evidencia con el primer mensaje que envía a la Cámara de Diputados, donde propone provincializar Tierra del Fuego pero no dice absolutamente nada sobre Malvinas y sobre la Antártida. Es cierto que muchas veces no decir nada no significa adoptar una postura neutra; no decir nada puede tener una gran trascendencia en algunas ocasiones. Y en este caso particular la tenía, to-mando en consideración los antecedentes legales que existían en el sentido de que la Antártida y Malvinas habían figurado en la provincia creada por la ley 14.408. Por eso no se podía admitir semejante omisión.
Después, el Poder Ejecutivo corrige su postura e incluye estos territorios en el artículo 2° en la forma que todos conocemos y que no vale la pena repetir. Pero por lo menos ya los tiene en cuenta.
En todo momento se dijo —en alguna forma se nos acusó, incluso— que nuestra postura en este asunto tenía algunas connotaciones de tipo emotivo. Se dijo que éramos voluntaristas, que defendíamos ilusiones o ficciones, según la postura que la bancada justicialista mantuvo en la Cámara de Diputados y después en este Senado de defender la provincia grande, como se ha dado en llamar, aunque comparto las expresiones de mi compañero de bancada, el señor senador Sánchez, de que tenemos que hablar de país grande, no sólo de provincia grande.
Por eso no me avergüenzo, señor presidente, porque me digan que nuestra postura tiene rasgos emotivos. ¡Cómo no vamos a ser emotivos cuando se habla de Malvinas y la Antártida! ¡Cómo no vamos a ser emotivos cuando hablamos de ese territorio donde yacen los cuerpos de muchos jóvenes argentinos! ¡Cómo no vamos a ser emotivos cuando en ese mar adyacente están los cadáveres de muchos jóvenes argentinos que murieron en ese acto criminal cometido por el Reino Unido al hundir el crucero «General Belgrano»!
Claro que vamos a ser emotivos y que tal vez nos vamos a exasperar, pero no lo hacemos con el ánimo de agraviar sino con ese sentido de lo nacional que creo que anima a todos los señores senadores, aunque algunos lo expresemos de una forma más vehemente que otros, lo cual no constituye ningún juicio de valor en contra de unos u otros.
Decía que había una conducta errática del oficialismo en esta materia, porque primero no tuvo en cuenta los territorios de Malvinas y de la Antártida y después los incluyó en forma condicional, podríamos decir.
Hoy mismo, en esta sesión, escuchábamos una muy elaborada exposición del señor senador Berhongaray por las que nos hacía una propuesta nueva, muy interesante, acerca de la creación de una nueva provincia de Malvinas. Pero yo le hacía notar, en una inte-rrupción que tuvo a bien concederme, que realmente esto no se compadecía con la postura oficial sobre el tema, porque en todo momento, cuando nosotros hablábamos de incluir a Malvinas y a la Antártida —pero fundamentalmente Malvinas— en aquellos de-bates en la Cámara de Diputados, la voz de la Cancillería nos indicaba — y permítaseme la expresión —: «Ojo con meter aquí el tema Malvinas porque perjudica la posición argentina en el orden internacional. Ojo con tocar el tema Malvinas porque aquí hay una decisión dada de no innovar en la materia. Ojo con tocar el tema Malvinas porque le vamos a dar pie a los ingleses para que digan que somos nosotros los que no queremos negociar». Prácticamente, la inclusión de Malvinas en la provincialización de la Tierra del Fuego’ era un tema tabú.
Entonces, a raíz de la interrupción, el señor senador por La Pampa me explicaba que no hubo cambio en la posición sustentada por la Cancillería. Sin embargo, debo decir que no es la misma que la que tuvo anteriormente.
Sr. Berhongaray. — ¿Me permite una interrupción? Sr. Menem. — Cómo no.
Sr. Berhongaray. — Simplemente, quiero reiterar que la oposición de la Cancillería y nuestra propia preocupación radican, fundamentalmente, en el hecho de que al incorporar a Malvinas a la provincia grande —la cual va a tener su Constitución, sus autoridades, su sistema legal, su capital y sus institutos— se haría difícil compatibilizar ese hecho con lo que vienen sosteniendo todos los foros internacionales —de la cual estamos convencidos— en el sentido de que la Argentina va a respetar los intereses de los malvinenses, no sus deseos. Y cuando ya todo se va a priori y sin consultar con los malvinenses —porque en estos momentos no lo podemos hacer— se hace difícil explicar esta situación.
Nuestra posición al presentar el proyecto que hemos conversado en la mañana de hoy es coincidente con la de la mayoría de los argentinos. Se trata de un acto más de reafirmación de nuestra voluntad soberana y a la vez, les concedemos a los malvinenses la mayor categoría jurídica que tenemos dentro del orden constitucional argentino, que es la de ser provincianos.
Sr. Menem. — El señor senador Berhongaray vuelve a repetir lo mismo que manifestó durante la interrupción.
Cuando el canciller Caputo nos decía que no toquemos el tema Malvinas, nunca le escuché decir que ésos eran los argumentos. Pero de todos modos, no encuentro inconveniente alguno para que en el día de mañana, recuperadas las Malvinas, se contemplen los intereses de sus habitantes.
Cuando la provincia de Buenos Aires volvió a formar parte de las Provincias Unidas del Río de la Plata —este no es un caso igual pero vale a título de comparación— se le permitió hacerlo y se incorporaron modificaciones a nuestra Constitución para posibilitar ese hecho. ¿Cómo no vamos a contemplar, ahora, los intereses de los isleños?
Pero el tema es otro. Siempre se nos dijo que nosotros no podíamos ni siquiera mencionar el tema porque iba a perjudicar nuestra posición con respecto a Malvinas. Decía expresamente el canciller Caputo que esto iba a dar lugar a nuevas argumentaciones británicas, falaces, sobre este tema. Y yo digo, si son falaces, ¿por qué nos vamos a preocupar? Pero esto no es lo más grave. Lo más grave es que mientras nosotros adoptamos esa actitud tan cautelosa o, si se quiere, un tanto pusilánime sobre este tema, los ingleses adoptan todo tipo de medidas rompiendo ese statu quo, esa situación de no innovar.
Todos los días seguirán consolidando una fortaleza en Malvinas, en la que se hicieron maniobras militares con un tremendo despliegue bélico, en donde se dieron permisos de pesca y se creó una zona exclusiva, es decir, todo tipo de provocaciones. Entiendo que nosotros, limitándonos a un acto de derecho interno, a un acto legislativo interno de la Argentina, que consiste en darle el estado de provincia a un territorio, cosa que nosotros no discutimos sino que la discuten ellos, no podemos aceptar los actos de provocación, de verdadero saqueo, y la concesión de permisos navales que están llevando a cabo los ingleses. Esto no lo podemos aceptar desde ningún punto de vista. Más aún, el propio Canciller dijo en su momento que la pertenencia o no a una provincia no agrega ni quita tí-tulos internacionales. Entonces, si esa es la posición, ¿por qué habrá de molestar a los ingleses, si no agrega ni quita títulos internacionales? Pues bien, reafirmemos nuestra posición en el sentido de que estas islas y la Antártida son nuestras e incorporémoslas a esta nueva provincia.
Es decir, si hay una medida de no innovar o una resolución que ordenaba no innovar, ya la violaron los ingleses y nosotros entendemos que la decisión de provincializar no importa de ninguna manera la violación de esa disposición de no innovar.
También se dijo, en contra de nuestra posición, que no se podía crear la nueva provincia incluyendo a Malvinas por cuanto no se dan los elementos que permiten ejercer la soberanía, que son el territorio, el pueblo y el poder. Esto lo señaló el miembro informante del bloque radical en la Cámara de Diputados. Dijo que si no confluyen esos tres elementos no se puede ejercer la soberanía.
Entonces yo me pregunto si con ese argumento no estamos desconociendo nuestros derechos porque si no se dan esos tres elementos para crear una nueva provincia tampoco se dan ahora para ser un territorio nacional.
No usemos las teorías políticas o geopolíticas en contra de nuestra posición. Aquí es donde creo que hubo una gran falla, que yo atribuyo a un exceso de celo y no, bajo ningún aspecto, a que haya habido una segunda intención en perjuicio de nuestros intereses nacionales.
Hay antecedentes en el orden internacional donde se han dispuesto medidas de este tipo. Traigo a colación lo que hizo Chile con la Antártida, cuando creó una nueva provincia. No quiero hacer la comparación con ese país, pero sí cito el antecedente ya que cuando nosotros nos sometemos a tribunales internacionales .también nos «tiran» esos ejemplos, señalando que se han creado provincias y designado autoridades. Entonces creo que nos equivocamos cuando, a la hora de hacer humildemente nuestros planteos, adoptamos la actitud de quedarnos porque no vaya a ser que la comunidad internacional piense o crea que nos estamos apartando de aquella posición.
Los propios ingleses en 1962 emitieron lo que se llama una order in council, por la cual crearon una colonia inglesa en el territorio de la Antártida. Esa fue una forma de ir ganando posiciones. Si no lo queremos entender ahora, ya nos lo van a reprochar después nuestros hijos y nietos cuando se encuentren que a través de los años fueron avanzando sobre nuestros territorios. Ya nosotros, en épocas recientes, nos encontramos con que había mapas de nuestro país que perjudicaban nuestros derechos en favor de los extranjeros; ellos los tenían bien guardados y, a la hora de aportar pruebas, les sirvieron de mucho. También alguna vez nuestro país hizo consultas como si dudara de sus derechos.
Yo creo que ésta no es hora de dudas ni de vacilaciones. Tenemos que reafirmar totalmente nuestros derechos soberanos sobre las islas Malvinas. La historia pasa una sola vez frente a nuestra puerta y ésta es la ocasión en la que debemos reafirmar con fuerza y con firmeza nuestros derechos como nación soberana.
Aquí se dijo, como una suerte de imputación, que más que coraje había que tener sensatez. Creo que no somos insensatos cuando, con todos los antecedentes —totalmente racionales— que han aportado con vasta ilustración mis compañeros de bancada, con todos esos antecedentes históricos, geográficos y geopolíticos, más el deseo de querer reivindicar lo nuestro, deseamos reafirmar nuestros derechos sobre las islas Malvinas y la Antártida. Considero que todas éstas son razones suficientes y que no podemos dejar pasar esta oportunidad histórica sobre esos derechos.
De no ser así creo que las futuras generaciones nos lo van a reclamar, así como nosotros lo hicimos en su momento porque algunos de nuestros antecesores no supieron defender los intereses del país. Un caso puntual lo encontramos en el conflicto con Chile por el problema del Beagle.
Para ello, para concluir, quiero reiterar que ésta es una oportunidad histórica que no debemos dejar pasar por alto y que tenemos que incluir a las islas Malvinas y a la Antártida. Y éste no es un hecho neutro porque nos van a hacer jugar la teoría del stoppel en contra de nuestra posición. No advertir esta circunstancia sería imperdonable y no puede ser que en esta oportunidad no adoptemos una postura firme y decidida sobre el tema.
Por lo expuesto, invito a la bancada radical a que reflexione sobre este tema y tengo la esperanza de que en ese cuarto intermedio que vamos a realizar después de terminados estos alegatos, podamos encontrar un texto común que nos permita reafirmar estos de-rechos.
En cuanto a esto, deseo expresar mi satisfacción y mi júbilo por la creación de esta nueva provincia, que es una forma de integrar a una nueva hermana dentro del panorama institucional del país y que, junto con las otras provincias argentinas, seguramente va a luchar por la consolidación de la democracia y para tener esa patria grande con que soñaron nuestros antepasados. (Aplausos en las bancas y en las galenas.)