Proyecto de ley sobre educación técnica profesional
7 de septiembre de 2005
27ª Reunión – 17ª Sesión ordinaria
Sr. Menem. — Señor Presidente: voy a pronunciar muy pocas palabras, por cuanto voy a solicitar la inserción en el Diario de Sesiones, de mi análisis detallado con respecto a este proyecto de ley.
De todos modos, adelanto que voy a votar favorablemente esta norma, porque considero que se trata de un buen proyecto, más allá de la perfectibilidad que pueda tener, como todos los instrumentos legales que se sancionan en estos cuerpos. Además, el éxito de esta norma también va a depender mucho de su aplicación, pues nunca una ley o un mero decreto van a cambiar automáticamente la realidad, sino que ello dependerá de la aplicación que se lleve a cabo en cada caso concreto.
Por otro lado, quiero referirme a algunas descalificaciones que se han formulado con relación a la reforma educativa y a la década del 90 que, como siempre, parece ser la culpable de todos los males que existen en el país.
No sé de dónde han sacado que por medio de la ley 24.195 se desalentaron las escuelas técnicas, porque esa propia ley en su artículo 20 expresa que uno de los objetivos de dicha norma es brindar formación profesional y reconversión permanente en las diferentes áreas del saber técnico y práctico, de acuerdo con los intereses de los alumnos y la actual y potencial estructura ocupacional. Es decir, allí se traza un objetivo claro, rotundo y contundente, que no puede ser descalificado de la forma que escuché a algunos hacerlo.
Además, quiero recordar a algunos senadores que se pronunciaron en términos tan críticos hacia esa reforma educativa que tanto la Ley Federal de Educación como la Ley de Educación Superior fueron obra de leyes sancionadas por este Congreso; no han sido producto de decretos del Poder Ejecutivo, ni de decretos de necesidad y urgencia, ni de instrumentos sancionados “entre gallos y medianoche”. Por el contrario, han sido el resultado de la expresión de la voluntad del pueblo argentino, expresada a través de su Congreso. ¿O vamos a borrar hoy con el codo lo que escribimos con la mano? ¿O vamos a desconocer hoy que vivimos en democracia desde 1983 y que más allá de los aciertos y los errores que pudimos haber cometido tenemos que aprender a construir el país precisamente destacando los aciertos y tratando de enmendar los errores? ¿O vamos a desconocer que todas esas reformas fueron posteriormente avaladas por el pueblo argentino en las elecciones de 1995? ¿No se recuerda cuál fue el resultado de esa elección?
Es decir, se habla de la década del 90 y de las transformaciones que en ella se hicieron, criticándolas con mucho énfasis, pero muchas veces con falta de conocimientos.
Recién escuchaba a un señor senador que manifestaba con relación a las importaciones, que en esa época se importaban “baratijas”, olvidando ese colega que él formó parte de ese gobierno y que gracias precisamente a esas importaciones se pudo equipar toda la industria nacional, sin cuyo equipamiento hoy no tendríamos la capacidad instalada para producir como lo hacemos.
¿Cómo puede olvidarse y descalificarse alegremente todo lo que se hizo en esa época en materia de educación? ¿O algunos han olvidado que el actual Ministro de Educación también fue asesor del Ministerio de Educación en aquella época? ¿O van a afirmar que el Ministro en ese entonces era malo y ahora es bueno?
Entonces, creo que debemos hablar claro y terminar con esa politiquería barata de descalificaciones…
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Sr. Menem. — No tengo por qué hacerle reflexiones a nadie, distinguido colega. Cuando se sanciona una ley, es expresión de la voluntad popular. Una regla de oro de la democracia es que se imponen las mayorías, y las minorías deben respetarlas. Si ustedes votaron en contra —como votaron en contra tantas cosas— también estaban en su derecho. Lo cual no quita que las leyes que se sancionaron fueron la expresión mayoritaria, porque estamos viviendo en una democracia.
Le quiero recordar al señor senador —valga el ejemplo—que cuando se estaba haciendo la Autopista del Sol o Acceso Norte por la cual hoy circulan miles de bonaerenses y de porteños, la gente de su partido también se opuso. ¿O usted no recuerda a ese intendente que se encadenaba a los árboles para impedir que se hiciera la Autopista del Sol porque decía que se atentaba contra la ecología?
Es decir, señor presidente y señor senador, estas son las reglas de la democracia. Se está a favor o en contra, pero cuando se habla de una ley, ella es la expresión mayoritaria del pueblo, y hay que respetarla. Después se podrá perfeccionar o no. Pero la ley a las que nos referimos indudablemente fue la expresión de la voluntad mayoritaria de los cuerpos legislativos y, por supuesto, se puso en vigencia dentro del marco de las instituciones de la República.
De modo tal, señor presidente, que todas esas descalificaciones a las que estaba haciendo referencia, realmente no sirven para construir absolutamente nada y están encuadradas dentro de ese marco de demonizaciones y de descalificaciones. Esto es lo que está crispando a la política argentina, porque parece que para poder ganar una elección hay que insultar, descalificar y tratar de disminuir al eventual adversario, olvidando que estamos todos en el mismo barco y que tenemos que remar todos juntos para sacar el país adelante.
Les quiero recordar también que durante esa década, de la cual tanto se llenan la boca hablando algunos, se puso en marcha el Plan Social Educativo, que significó llevar a todas las escuelas del país elementos técnicos y de educación como nunca antes habían llegado. Más de un millón de libros, computadoras y elementos que permitieron a los alumnos acceder a nuevas tecnologías. También se erradicaron las escuelas rancho, que eran una verdadera lacra en nuestro país. Se construyeron 1000 nuevos establecimientos educativos, 750 jardines de infantes, 900 aulas para escuelas primarias; se reacondicionaron 1.236 escuelas deterioradas; se capacitó a personal en las 16.000 escuelas a las que asisten niños con mayores necesidades socio económicas; se asignaron 150.000 becas al año. Me parecen bien los números que daba recién el senador Capitanich sobre el tema de las becas porque creo que es central ayudar a los chicos para que puedan quedarse en los establecimientos y de esa manera atacar la deserción escolar.
También se creó y se puso en marcha el sistema nacional de evaluación de la calidad de educación, que no es un tema menor; se hicieron cursos de formación profesional gratuitos para 300.000 docentes al año; y se crearon bibliotecas de apoyo al docente con más de 1.500.000 libros.
Es decir, no se puede pasar por alto que en esa tan denostada época hubo grandes cambios en la educación, que quizá no alcanzaron los ideales que todos hubiéramos querido, pero de ahí a negarlo en la forma que se lo está haciendo es un despropósito total.
Tengo en mis manos un pronunciamiento del Consejo Federal de Cultura y Educación, que si mal no recuerdo nos fue entregado en el bloque por el actual ministro de Cultura y Educación, en el que se habla, entre otras cosas, de las 40.000 escuelas de nuestro país que atienden cada día a 10.000.000 de niños y jóvenes adultos. En una parte de ese pronunciamiento dice que “la reinstalación de la democracia encontró un país educativo desigual e inequitativo. Esta desigualdad aún no pudo ser saldada, pero es innegable que en 1983 emerge una intensa corriente de renovación que perdura hasta nuestros días. La educación entró en un estado de debate y reflexión que se extendió al conjunto de la sociedad en el recordado Congreso Pedagógico Nacional de 1984/87”.
Algunos se olvidan de que hubo un Congreso Pedagógico y que muchas de las conclusiones de ese Congreso fueron incorporadas después a las leyes hoy tan criticadas.
Precisamente, el Consejo Federal de Cultura y Educación —estamos en el Senado de la Nación, que es la expresión del federalismo argentino— dice que la ley 24.195 tuvo el mérito de organizar el sistema nacional de educación, estableciendo claramente los roles de la Nación, de las provincias y del Consejo Federal de Educación. Las jurisdicciones crecieron en capacidad de decisión y autonomía, superando un modelo organizativo centralizado. Se fijaron diez años de enseñanza obligatoria respondiendo a una demanda generalizada. Se intentó promover la unidad del sistema educativo a través de los contenidos básicos comunes para todas las jurisdicciones. La firma del Pacto Federal Educativo supuso un aumento en inversión de recursos. Accedieron a la educación ciento de miles de niños, jóvenes y adultos argentinos de los sectores económicamente más vulnerables. Esto no lo digo yo sino los representantes de las provincias de todos los signos políticos.
En ocasión del tratamiento de este proyecto de ley no podía dejar pasar por alto estas invocaciones o reflexiones porque tenemos que aprender a construir sobre lo que tenemos. No podemos estar todos los días tirando los cimientos abajo y empezar de nuevo. Tenemos que aprender de los errores, rescatar las virtudes y tratar de que entre todos podamos sacar el país adelante a partir de un concepto fundamental, que es el de la educación.
La UNESCO, en su preámbulo, refiriéndose a los conceptos de la paz y de la guerra, dice que así como en las mentes de los hombres nacen las condiciones o los instintos para ir a la guerra, que es la negación del hombre y de la humanidad, en la mente de los hombres tenemos que crear los baluartes para defender la libertad y la convivencia pacífica entre los hombres.
Finalmente, traigo a colación aquello que, con su sabiduría oriental, decía el Buda: “Tu corazón es como un jardín en el cual pueden florecer el odio, el resentimiento, el amor o el deseo de convivencia. ¿Qué semilla estás tú dispuesto a plantar en tu corazón?” Yo creo que hoy, señor presidente, al sancionar este proyecto de ley nosotros estamos haciendo un avance importante en materia de educación, pero es importante que cada uno vea qué semilla es la que va a sembrar en su corazón para un futuro de paz y prosperidad para todos los argentinos. (Aplausos en las galerías.)