Proyecto de ley sobre emergencia pública y reforma del régimen cambiario
6 de enero de 2002
80ª Reunión – 28ª Sesión ordinaria (continuación)
Diario de Sesiones – Páginas 6788 a 6790
Sr. Menem. — Señor presidente, distinguidos colegas: creo que a esta altura del debate ya se ha expuesto un amplio espectro de las exposiciones de las distintas bancadas y de los senadores sobre la opinión que les merece la norma y el momento que se vive.
Recuerdo que hace once años, un sábado por la tarde, en este mismo recinto, extendimos la partida de nacimiento a la convertibilidad. Once años después, un domingo, le estamos extendiendo la partida de defunción.
Muchos han dicho con razón que la convertibilidad ya había muerto, que estaba clínicamente muerta o que se encontraba con respirador artificial; algunos le atribuyen a la convertibilidad una serie de males; y otros la han comparado a una ametralladora con silenciador.
Lo cierto es que no vamos a hacer el velatorio de la convertibilidad, como decía el señor senador Baglini. Pero a veces conviene decir algunas cosas a la hora de hacer un funeral político.
La convertibilidad no ha sido la causa de los males que vive el país. Muy por el contrario, en su momento fue un instrumento muy útil para sacarlo de una situación gravísima que se vivía como consecuencia de la hiperinflación que hizo estragos en nuestro país —esa es la palabra: estragos—.
La convertibilidad no murió por causas naturales sino que se la fue matando en los últimos tiempos. Se la mató cuando se atacó una institución fundamental para mantenerla, como es la autonomía del Banco Central; cuando discrecional y arbitrariamente se cambiaron las autoridades de dicho organismo que estaban en defensa de la convertibilidad. Se puso en duda su vigencia cuando se le introdujo otra moneda, como el caso del euro —aunque supeditada a que alcanzara el valor del dólar, pero igualmente se puso en duda su vigencia—; y se la puso en duda cuando, con alguna complacencia en el manejo de las reservas, se empezó a permitir que se fueran reservas del Banco Central, que habían alcanzado uno de los niveles más extraordinarios en la historia del país.
A la hora de atacar a la convertibilidad se ha olvidado que fue uno de los instrumentos que permitió la estabilidad económica en el país durante diez años; que posibilitó que se acumularan reservas por más de 30 mil millones de pesos o de dólares; que posibilitó uno de los índices de crecimiento más grandes que tuvo el país en las últimas décadas —cerca del 60 por ciento— y, en definitiva, que posibilitó que hubiese credibilidad y previsibilidad.
Es cierto que si en determinado momento se creyó que la convertibilidad tenía que dejarse de lado eso debió haberse hecho en una forma más ordenada y no como lo estamos haciendo ahora. Y aclaro que no soy un enamorado de la convertibilidad ni creo que sea la solución mágica de todos los problemas, pero sí que ha sido un instrumento formidable para la estabilidad y el crecimiento del país que —repito— llegó a ser de cerca del 60 por ciento en una década.
No creo que la convertibilidad haya sido la causa de la recesión. La recesión en nuestro país, en esta economía globalizada, y en los países emergentes, fue producto de las crisis que hubo en otras partes del mundo. La convertibilidad posibilitó soportarlas a pie firme, aun cuando a causa de esas crisis empezó un proceso de recesión.
Las crisis del tequila, la del sudeste asiático, la de Rusia, la de Turquía, la del Brasil, todas pudieron ser aguantadas a pie firme por nuestro país, porque teníamos ese instrumento de estabilidad que era la convertibilidad. Y hoy la estamos por dejar. Es una decisión política y la respeto como tal.
No estoy muy convencido de lo que estamos resolviendo hoy. Voy a apoyar la iniciativa por disciplina partidaria, porque creo que la razón de la mayoría seguramente debe ser más poderosa que lo que uno piensa en particular. La voy a votar afirmativamente como una expresión de confianza en el nuevo gobierno de la Nación, encabezado por el presidente Eduardo Duhalde, a quien en el año 99, cuando fue candidato presidencial, en mi provincia —lo digo como presidente del Partido Justicialista de La Rioja—, le dimos la diferencia más grande en votos, en proporción a la población de esa provincia. Hoy estoy ratificando esa confianza al apoyar esta decisión política y esta delegación de facultades.
Lo que sí quiero expresar es mi preocupación por la devaluación. Comparto las manifestaciones de algunos colegas en el sentido de que esta facultad de fijar el valor de la moneda tiene que ejercerse en forma prudente y razonable. No tengo dudas de que se lo va a hacer así. Pero pienso que hay que darle más previsibilidad. Creo que hay que anclarla con ciertos parámetros. Si es con una canasta de monedas, habrá que elegir con qué monedas, para que tengamos un país más previsible.
Lo que nos permitió crecer en la década del 90 fue la previsibilidad. Sabíamos a qué atenemos. Saber a qué atenerse se llama seguridad jurídica, previsibilidad, credibilidad. En estos últimos tiempos le hemos asestado un golpe mortal a esa credibilidad. Si no, que lo digan los ahorristas.
Le tengo mucho miedo a la devaluación, señor presidente.
Los que hemos vivido la época de la hiperinflación sabemos lo que esto significa. Bien lo decía el senador Baglini; tenemos como un recuerdo o una conciencia dormida. Esto me recuerda a aquel alcohólico al que se lo somete a un tratamiento de abstención durante varios años y, de pronto, se le hace probar de nuevo el alcohol.
Tengo temor de que volvamos a esa cultura inflacionaria que tuvimos muchos años. Y me alarma lo que ocurrió en los últimos días, donde ante la mera posibilidad de la devaluación ya empezó la remarcación, la maquinita remarcadora, sin tener ningún motivo, aun para los productos nacionales. Son los especuladores. Y detrás de ello existe la necesidad de volver a mecanismos que creíamos que habían sido superados, como control de precios, control de cambios… Ojalá no tenga que volver a suceder eso.
Aquí se dio el ejemplo del Brasil. Y es cierto, Brasil devaluó pero el monto de la devaluación no fue seguido en forma proporcional por los precios. Es como que hay otra cultura. Creo que es en estos momentos de crisis cuando debemos reaccionar.
La crisis debe convocar a todos los argentinos a efectos de que apoyemos a este gobierno, que asume en un momento de tremenda gravedad, para que alcancemos las coincidencias que estamos logrando.
Me alegra que aquí estemos coincidiendo las bancadas mayoritarias y también algunos partidos provinciales, porque de esto salimos entre todos o no nos salva nadie. Pero también tenemos que predicar con el ejemplo. Tenemos que hacer todo lo que sea necesario para que esta salida traumática de un sistema que nos permitió crecer nos sirva hoy para superar la crisis.
Las medidas establecidas en este proyecto de ley no son suficientes. Habrá que complementarlo, como aquí se ha dicho, con otras leyes que garanticen los derechos de los trabajadores, de los usuarios y de los consumidores; que permitan salir cuanto antes de este infame “corralito”. Esas medidas también deben respetar los acuerdos con las provincias porque “si paramos algunos incendios” en algún lado, no vaya a ser que nuestras provincias se incendien por no poder afrontar el pago a los empleados públicos.
Me dio mucha satisfacción escuchar al presidente de la Nación cuando en su discurso en la Asamblea Legislativa dijo que se van a respetar los pactos de la Nación con las provincias. Yo espero que se cumplan. Estoy seguro de que se van a cumplir, porque este es un país federal. Las provincias son preexistentes a la Nación y merecen tanto respeto como la Nación misma. Cuando en los últimos tiempos del gobierno anterior de la Nación se pagaba en pesos a los empleados nacionales y en las provincias con Lecop, con ticket-canasta y con bonos provinciales, no se daba un trato igualitario. Merece tanto respeto un empleado de una administración pública provincial como un empleado de la Nación.
Quiero confiar y confío en la sensibilidad y en la experiencia política de quien gobierna el país y del equipo que designó para que lo acompañe. Por eso voy a votar favorablemente este proyecto de ley.
Hoy no estamos para torneos de oratoria ni para tratar de hacer leyes perfectas. Hoy no hay nada perfecto. Hay que tratar de sancionar la mejor norma posible, nada más. El camino lo iremos haciendo al andar, con esa experiencia, con ese anhelo y con el deseo de que en los próximos tiempos sigamos estando juntos todos los argentinos. Para superar esta crisis es que voy a votar favorablemente este proyecto de ley.
Gracias, señor presidente.