Proyecto de ley sobre fomento del libro

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30 de junio de 1999
30ª Reunión – 12ª Sesión ordinaria
Diario de Sesiones – Páginas 3462 a 3465

Sr. Menem. — Señor presidente, señores senadores: voy a ser muy breve en mi exposición.
Creo que los señores senadores que me han precedido en el uso de la palabra han ilustrado la necesidad de sancionar esta norma. Lo han hecho con profundidad y en forma florida, y el miembro informante y autor de la iniciativa ha explicado con una claridad meridiana sus objetivos, sus alcances, qué es lo que se busca con una ley como ésta. De modo tal que repetir lo mismo sería cansar a los señores senadores y también a los distinguidos protagonistas del libro que hoy nos honran con su presencia en esta Casa. Por lo tanto, voy a solicitar la inserción de todas las reflexiones que había hecho sobre esta iniciativa.
De todos modos, quiero hacer una breve referencia al siguiente tema. Hace más de quince años que tengo el honor de representar a mi provincia en esta Cámara de Senadores, con la vuelta de la democracia. Hemos sancionado muchas leyes importantes; no voy a mencionarlas porque son conocidas, pero quiero expresar que en los últimos cinco años hemos sancionado leyes que son trascendentes para el mundo de la cultura. Creo que debe haber sido uno de los períodos más importantes en lo que hace al soporte legislativo como aporte trascendente a la cultura de nuestro país.
Fíjese, señor presidente, que hemos sancionado, por ejemplo, la ley de fomento a la cinematografía nacional en 1994 —una ley importantísima—; hemos sancionado la ley 24.633, sobre circulación internacional de obras de arte de autores vivos, que posibilita que la creación tenga una circulación universal, porque yo también tengo el mismo sentimiento que mi comprovinciano —que acaba de hacer un brillante discurso sobre el tema del libro—, yo también estoy con lo nacional, pero tendemos a lo universal, somos universalistas, y queremos que nuestros libros, nuestras obras, circulen por el mundo. A eso apunta esa ley.
He sido autor de una ley que fue aprobada por unanimidad, referida al patrimonio cultural de los argentinos, que declara al tango como integrante de ese patrimonio universal, puesto que el tango es quizás uno de nuestros mejores embajadores en el mundo desde el punto de vista artístico.
Hemos sancionado ni más ni menos que la ley nacional del teatro —la 24.800—, acontecimiento importante que nos encontró aquí con las galerías llenadas por los protagonistas del teatro.
Hace dos años sancionamos otra ley, la 24.870, por la cual extendimos de veinte a setenta años el derecho de propiedad intelectual a los herederos, para que la creación intelectual realmente se prolongue a través del tiempo.
Hemos incorporado los programas de computación al régimen de la ley 11.723, de propiedad intelectual; y también, para facilitar todo lo que hace a la cultura, hemos sancionado una ley por la que se exime de todo impuesto nacional y municipal, en jurisdicción de la Capital Federal, a los espectáculos teatrales.
En la Comisión de Cultura hay proyectos de ley sobre patrimonio y sobre mecenazgo cultural.
En estos últimos cinco años, el Congreso de la Nación ha venido realizando aportes realmente trascendentes en materia de cultura, y hoy lo hacemos a través de este magnífico proyecto de ley. Quiero adelantar mi felicitación a sus autores: el senador de la Rosa y el senador mandato cumplido O’Donnell, que tuvo mucho que ver con algunas de las normas a las cuales hice referencia hace algunos momentos.
Este proyecto, que fue muy bien explicado, tiene como objetivos fundamentales el fomento del trabajo intelectual de los autores nacionales, en especial los residentes en el interior del país —según el texto—; incrementar y mejorar la producción editorial nacional; preservar y asegurar el patrimonio literario, bibliográfico y documental de la Nación; promover el acceso igualitario al libro, bibliotecas públicas, populares, escolares, universitarias y sindicales así como a los archivos, centros de información, documentación y difusión literaria. Adopta un régimen tributario de fomento —que fue muy bien explicado por el miembro informante—; protege los derechos morales y patrimoniales de los autores y también de los editores —que es el nuevo derecho que se incorpora, tal como lo refiriera el senador por Mendoza—, y agrega otro objetivo muy importante: fomentar la cultura del libro y de la lectura y el conocimiento de los autores nacionales a través del sistema educativo formal y no formal, los medios de comunicación y los organismos de cultura provinciales y municipales.
La estructura del proyecto tiende a que estos objetivos sean logrados. Creo que instrumentalmente ha habilitado los caminos para que así sea.
No voy a volver sobre el tema que ha explicado muy bien el senador por Mendoza. Sólo quiero dejar el testimonio de mi voto fervoroso y entusiasmado por cuanto estamos haciendo este aporte trascendente hacia el libro, que es uno de los baluartes de la libertad. Nosotros, que hemos tenido experiencias y épocas de oscurantismo, sabemos que lo primero que se hace cuando se quiere atentar contra la libertad es quemar los libros. Durante otras épocas hubo en nuestro país grandes fogatas en las que se quemaban libros.
Como diría Bioy Casares, he buscado en “jardines ajenos” algunas frases que me han atraído, que reflejan el pensamiento de grandes hombres acerca del libro. Quería dejarlas como testimonio de mi apoyo a esta iniciativa, finalizando mi intervención.
Johann Gutenberg —el inventor de la imprenta, que ya fuera citado— dijo que “La imprenta es un ejército de soldados de plomo con el que se puede conquistar el mundo”. Me permito agregar que con estos soldados de plomo —aunque hoy han cambiado las técnicas y los tipos no son de plomo, pero se trata de algo simbólico— se puede vencer en la lucha contra la ignorancia.
Argensola decía que “los libros han ganado más batallas que las armas”. Esto es cierto: han ganado todas las batallas. Ese gran estratega que fue Napoleón ha trascendido porque fue un genio militar, pero más lo ha hecho —y lo citamos para bien— por el Código Civil francés de 1804, que ha sido inspirador de muchas legislaciones en el mundo y es conocido como el Código de Napoleón.
James Lowell decía que los libros son las abejas que llevan el polen de una inteligencia a otra.
Me impactó lo que decía William Somerset Maugham: “Adquirir el hábito de la lectura es construirse un refugio contra casi todas las miserias de la vida”.
Y no debemos olvidar lo que decía José Hernández en el “Martín Fierro”: “No se ha de llover el rancho en donde este libro esté”.
Para terminar, señor presidente, una frase poética de Rubén Darío, que definió al libro con muy pocas palabras. Decía Rubén Darío que el libro es fuerza, es valor, es poder, es alimento, antorcha del pensamiento y manantial del amor.
Con estas palabras, señor presidente, dejo testimoniado mi apoyo a esta importante ley, que es una de las que voy a votar con más entusiasmo y fervor porque estamos haciendo una contribución importantísima al mundo de la cultura, que es también el mundo de la libertad. (Aplausos en las bancas y en las galerías.)

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