Proyecto de resolución aceptando la renuncia del Presidente de la Nación y proyecto de ley convocando a elecciones para Presidente y Vicepresidente de la Nación
21 de noviembre de 2002
35ª Reunión – 18ª Sesión ordinaria
Diario de Sesiones – Páginas: 8541, 8543 a 8545, 8547, 8552, 8566 a 8570, 8582 a 8585 y 8587
Sr. Menem. — Señor Presidente: Me iba a referir a la propuesta del tratamiento en conjunto, pero la senadora por Santa Cruz retiró la moción y creo que eso es lo que corresponde, porque son temas totalmente distintos la renuncia del presidente de la Nación, que se aprueba por resolución de ambas cámaras según se estableció en el recordado caso de la renuncia del vicepresidente Carlos Álvarez, y el proyecto de ley que establece, entre otras cosas, un cronograma electoral. Desde luego que se tienen que considerar por separado.
Pero, como se ha pedido el tratamiento sobre tablas de la renuncia del Presidente de la Nación, le voy a pedir al presidente que se nos lea el texto de la renuncia que vamos a considerar.
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Sr. Menem. — Señor Presidente: insisto en querer conocer el texto de la renuncia del presidente de la Nación.
Acá se leyó un proyecto de resolución. Lo menos que podemos hacer es conocer el texto de la renuncia.
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Sr. Menem. — Simplemente que me había parecido insólito lo de la renuncia a través de un decreto, porque esa nota, esa renuncia que se acaba de leer no había llegado a nuestras manos. Por eso algún legislador planteó la duda sobre si se iba a aceptar la renuncia o a ratificar el decreto.
Yo creo que no se renuncia por decreto: habría sido insólito. Por eso me parece que lo correcto era proceder a la lectura de la renuncia y que este cuerpo se pronuncie sobre ella.
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Sr. Menem. — Coincidiendo con posiciones anteriores y teniendo en cuenta que el texto de la renuncia es tan escueto, creo que deberíamos dictar una resolución también muy escueta: “Acéptase la renuncia del presidente de la Nación a partir del 25 de mayo de 2003”. Esta es la redacción que propongo, concretamente, como una moción.
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Sr. Menem. — Señor Presidente: con el debido respeto por los colegas que han trabajado en este texto, querría que quienes recién lo conocemos en este momento dispongamos de algunos minutos para poder intervenir en el debate. No es un tema sencillo o una cuestión que requiera que nos sentemos para levantar la mano o no.
Por ende, solicito un breve cuarto intermedio a fin de poder hacer un análisis del tema y opinar con la autoridad que da el estudio de la cuestión. Incluso, hay problemas respecto de la naturaleza de las disposiciones que se piensan votar y, en ese sentido, pediré a la Presidencia definiciones sobre cuáles de todas ellas necesitan mayoría calificada. Si bien en mi opinión no todo el texto lo requeriría, me gustaría que estudiáramos el asunto en forma debida.
Por las razones expuestas, solicitaré un cuarto intermedio, que no sería excesivo —quizá por un lapso de treinta minutos—, para estudiar el tema debidamente.
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Sr. Menem. — Como acá se invocó lo que había pasado con la Convención Constituyente, creo que el tema no ofrece la menor duda. Si el nuevo presidente asume el 25 de mayo de 2003, termina su mandato el 25 de mayo de 2007. Por ley no se puede extender el mandato del presidente.
La Convención Constituyente, en una de las cláusulas transitorias, extendió el mandato del entonces presidente por los seis meses de anticipación con que asumió, porque se hizo cargo de sus funciones el 8 de julio, cuando tenía que asumir el 10 de diciembre. Pero esa es una facultad que sólo la puede tener la Convención Constituyente.
Creo que tenemos que convenir de que el mandato del próximo presidente va a fenecer el 25 de mayo de 2007, salvo que mediara otra Convención Constituyente que dé una solución similar a la que se brindó en 1994.
No creo que por ley se pueda alterar un artículo de la Constitución, que dice que el mandato del presidente de la Nación es de cuatro años.
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Sr. Menem. — Señor presidente, distinguidos colegas: creo que estamos tratando el proyecto de ley equivocado y en el momento equivocado.
Me pregunto por qué se trata hoy esta iniciativa en el Senado de la Nación cuando ayer tendría que haber sido considerada en la Cámara de Diputados. ¿Por qué no la trataron los diputados de la Nación, o es que acaso nosotros somos la cámara muleto?
Yo supongo que cuando el Poder Ejecutivo elige una cámara a la cual enviarle un proyecto lo hace por razones ciertas y determinadas. Esta sustitución de una Cámara por otra efectuada en forma sorpresiva, de la cual algunos nos enteramos a última hora de la noche, mientras que otros a primera hora de la mañana de hoy, obedece a este continuo ir y venir de improvisaciones, desprolijidades, ligerezas y —por qué no decirlo— a la intención de hacer prevalecer algunos intereses políticos sectoriales por sobre el interés general.
Cuando digo que es un proyecto de ley equivocado en un momento equivocado me refiero a que desconozco la urgencia para que sea tratado hoy, o la existencia de una cuestión de vida o muerte que ha llevado a que, inclusive, no se nos dieran unos minutos más para poder estudiar el proyecto y hacerle aportes positivos. ¿O es que la fecha del 27 de abril está tan cercana que tenía que ser determinada en el día de hoy?
Voy a esperar a que termine de hablar el presidente de mi bloque porque me interrumpe…
Sr. Gioja. — Ya terminé, señor.
Sr. Menem. — Inclusive, hoy en nuestro bloque se había decidido que este tema no se iba a tratar. Pero no alcanzamos ni a salir de la reunión de bloque cuando nos enteramos —por interpósita persona y no en una nueva reunión, como hubiera correspondido—de que se había decidido considerar hoy todo este temario y el cronograma electoral.
Con esto no quiero traer aquí cuestiones que son relativas a internas de bloque sino, simplemente, explicar el porqué de nuestra sorpresa y porqué habíamos solicitado un tiempo prudencial para estudiar los antecedentes y hacer una exposición digna del tema que estamos tratando.
A raíz de esto se me explicó que el señor Presidente de la Nación se había comunicado con la Presidencia del bloque para solicitar que se considerara hoy, sí o sí, esta iniciativa. Y, obedientemente, hoy la estamos considerando.
Sin embargo, no creo que este asunto se relacione exclusivamente con la certidumbre de fechas electorales, ya que una semana más no hubiera quitado certeza. Aquí el tema tiene otra razón de ser y la tengo que mencionar, porque debo decir lo que pienso. El gobierno nacional —directamente metido en la interna del partido— no quiere que las elecciones internas sean manejadas por la Justicia Electoral, como normalmente ocurre; las quiere manejar él.
Y ya hemos visto los mecanismos a los cuales recurre; por ejemplo, las presiones a los gobernadores. Por ahí andan listas de giros a las provincias para que adopten o no determinadas posturas. Sabemos de todo ese tipo de gestiones que se han hecho y las razones a las que obedecen.
Ocurre que próximamente se va a reunir el Congreso del Partido Justicialista, que fijará la fecha para las elecciones internas que le convenga al gobierno nacional. Entonces, ¿de qué tipo de certidumbre hablamos, si venimos manoseando fechas desde hace tanto tiempo?
Fíjese lo que pasó con el tema de las internas abiertas: fueron sancionadas por el Congreso de la Nación a raíz de un proyecto del Poder Ejecutivo, y las incluyeron los gobernadores en un documento firmado en el mes de febrero, pues se buscaba transparencia en este aspecto. Luego, el Poder Ejecutivo dicta el decreto fijando como fecha para las internas abiertas el 15 de diciembre, cuando en un principio se había hablado de que iban a ser el 30 de noviembre. Cuando nos estábamos preparando para el 30 de noviembre, se fijan para el 15 de diciembre. La jueza electoral declara la inconstitucionalidad de las internas abiertas. ¿Y quién apela la medida? El Poder Ejecutivo, entre otros. La cuestión pasa a la Cámara Electoral y esta ratifica que la ley es constitucional; por lo tanto, se vuelve al principio. Y, ahora, el propio Poder Ejecutivo deja sin efecto la fecha anteriormente indicada, mientras que la misma resolución de la Cámara Electoral indica que se pueden realizar el 15 de diciembre.
Ahora bien, tenemos todo este cúmulo de presiones para que las internas abiertas y simultáneas —que eran una bandera de transparencia— sean dejadas sin efecto a fin de que, en este caso, el gobierno pueda manejar a su antojo las internas de nuestro partido.
Por supuesto, se me preguntará qué pasa en los otros partidos que están de acuerdo con la suspensión. Si bien respeto la posición de los demás, yo estoy diciendo la verdad sobre mi partido. Es más, el señor senador por Salta dijo recién que su partido es chico y que no le conviene realizar las internas de esta forma. Tal vez haya otros partidos a los que no les gustará —como dicen por ahí— que les “cuenten las costillas”, es decir que se sepa cuántas personas van a ir a votar en una interna abierta y simultánea en relación con otro partido que —seguramente— llevará muchos votantes, y no quieren que en una escuela se formen colas de diez cuadras y que, en otras, prácticamente no haya gente votando.
Desde ese punto de vista, es aceptable que tengan esa posición.
De todos modos, me pregunto qué certidumbre le vamos a dar a la gente con esta ley, si hasta ahora, en todo lo que hemos venido haciendo nos hemos echado atrás. ¿O la ley de internas abiertas no la votamos nosotros? ¿Hace cuánto tiempo? No hace tanto. Y ahora la estamos dejando sin efecto. Inclusive se pone una fecha para hacer la segunda vuelta —el 18 de mayo— siete días antes de que entregue el poder el presidente de la Nación, cuya renuncia acabamos de aceptar en esta Cámara.
Me pregunto si se han puesto a pensar qué pasa si hay problemas en el escrutinio de votos, como suele haber. ¿Qué pasa si hay poca diferencia entre las dos fórmulas que van a una segunda vuelta? ¿Creen que siete días es suficiente? ¿O el nuevo presidente va a tener que asumir—como lo hizo el gobernador de Buenos Aires— con un certificado otorgado por la Justicia Electoral?
Fíjense lo que ha ocurrido en los Estados Unidos, una nación con toda la tecnología y los medios técnicos disponibles. Han estado contando los votos hasta el otro día para determinar si ganaba Bush o Gore. Imagínense el escenario de una elección en donde un candidato tenga el 50,1 por ciento y el otro tenga el 49,9. Seguramente va a haber muchos votos impugnados, votos observados, votos en blanco, y eso no se resuelve de un día para otro.
Hay distritos chicos en los cuales puede haber un resultado más o menos rápido. En los distritos grandes, entre ellos la provincia de Buenos Aires, establecer una fecha de segunda vuelta de elecciones siete días antes de que asuma el poder el nuevo gobierno es, prácticamente, jugar con fuego.
Señor presidente: se ha dicho que la Justicia determinó que no se pueden hacer internas abiertas. Me pregunto qué fallo de la Justicia ha dicho esto. Que yo sepa, se conocen dos fallos; uno ha dicho que son inconstitucionales y otro ha dicho que son constitucionales y que tienen que hacerse el 15 de diciembre. Esto lo ha dicho, hasta ahora, la máxima instancia que ha intervenido en el tema, que es la Cámara Nacional Electoral.
¿Quién ha dicho que la Justicia Electoral manifestó que existe imposibilidad para hacer la elección interna? ¿Por qué? ¿Cuál es la razón? ¿Cuál es el motivo? Dicen que no están los padrones. Es el viejo cuento de los padrones. En la época de la informática, se sabe que vota el padrón de afiliados y los independientes, es decir los que no están afiliados a otros partidos. Lo del padrón es un cuento; las internas abiertas se pueden hacer y deberían hacerse.
Hemos dicho, no hace tanto tiempo, que son una manifestación de la democracia y de la transparencia. Si hemos hablado tanto y lo dijeron los propios gobernadores en el documento de febrero, me pregunto por qué ahora nos echamos atrás. ¿O hay otros intereses que llevan a que se quiera manejar la elección desde un determinado sector político?
Se dice que se quiere dar certidumbre, Señor presidente; realmente es algo que no puedo compartir. No sé si el gobierno no modificará nuevamente las fechas el día de mañana, o si el presidente no va a adelantar la fecha argumentando que se trata de una nueva exigencia para acordar con el Fondo. Porque respecto de esta cuestión, todos los días se nos dice que ya estamos a punto de acordar y, después, “nos corren el arco” como se dice habitualmente. Ahora dicen que va a ser en febrero. En consecuencia, no podemos tener hoy ninguna certeza de que hablamos de fechas definitivas.
El tema de las internas abiertas ha sido avalado no sólo por nuestras propias intervenciones o participaciones en esta Cámara o en la Cámara de Diputados. La senadora Escudero leyó las intervenciones que tuvieron los distintos senadores y diputados en esa oportunidad.
Realmente, no existe ninguna explicación para pensar que lo que era transparente hace poco tiempo, hoy haya dejado de serlo.
Dicen que no llegaríamos a tiempo. ¿Cómo no vamos a llegar a tiempo? El tiempo sobra para tener un candidato de los partidos en febrero o en marzo. No veo el inconveniente de que las internas se hagan en esos meses.
En el fallo de la Cámara Electoral, se hacen algunas citas muy interesantes que hay que tener en cuenta. Se dice que “la exigencia de que las elecciones internas abiertas se celebren en todos los partidos en un mismo momento, ha sido justificada por la doctrina sobre la base de que es un presupuesto lógico, tanto de la imperatividad de las mismas, de su necesaria concentración y orden en las actividades electorales previas, como de su concreción en un mismo día en todo el país, evitando así cualquier desvirtuación en la transparencia de los comicios”. Se cita así a Ricardo Aro en “Reflexiones sobre las elecciones internas abiertas”, artículo aparecido en “El Derecho” de octubre de 2002.
Se ha dicho también que “…como recaudo de viabilidad de las internas abiertas, que estas se desarrollen a través de una legislación que las imponga compulsivamente para todos los partidos en forma simultánea, de modo tal que el votante no pueda inmiscuirse en la vida interna de un partido que no es de su real interés”. Evan, Guillermo, “Vida interna de los partidos políticos. Incidencia de la ley de lemas y opción por las internas abiertas”, Jurisprudencia Argentina, 1995, Tomo I, página 753.
También se ha dicho en ese mismo fallo que, “Cuando a los fines del acto eleccionario para elegir gobernantes se decide que en un momento previo habrá elecciones en los partidos a efectos de que éstos hagan sus ofertas de candidatos, hemos de comprender que la reglamentación de tales elecciones internas primarias —porque se sitúan primero, antes que las otras— es ampliamente abarcativa de una serie de aspectos entre los que el momento y la simultaneidad, forman parte de lo que la ley del Congreso tiene a su disposición”. Esta es una cita de Bidart Campos, “El artículo 38 de la Constitución y las elecciones internas y simultáneas”.
Podríamos seguir citando. También hay una opinión del doctor Spota, que en su obra “Elecciones primarias abiertas, obligatorias y simultáneas” se refiere a la imprescindible exigencia de que las elecciones primarias se realicen todas en cada partido en un mismo acto eleccionario, el mismo día y en el mismo lugar.
O sea que esta ley ha sido propuesta oportunamente por el Poder Ejecutivo, votada por ambas Cámaras del Congreso, y avalada por la Justicia, la jurisprudencia y por la mejor doctrina. Y de pronto nosotros estamos dejándola sin efecto, o suspendiéndola por una sola vez. Y ya sabemos que cuando en nuestro país se suspende algo “por una sola vez” o “por esta única vez”, la suspensión se prolonga en el tiempo, como ocurrió en el caso del impuesto a las ganancias, que alguien ya citara anteriormente.
Esto va a ser así. Si hoy no ponemos en marcha las internas abiertas, olvidémonos, saquémoslas del mapa y no hablemos nunca más de ellas. Porque si hay un momento en la vida del país en que es necesario que el nuevo gobierno que asuma el 25 de mayo esté legitimado por un proceso electoral transparente, con primarias o internas abiertas, es precisamente este. De esta manera, más legítimo será el gobierno y más fuerza tendrá.
Ya sabemos lo que pasa en nuestro país. Cuando un candidato gana bien una interna, después va con fuerza a ejercer la Presidencia de la Nación.
Uno de los temas graves que enfrentamos, señor presidente —ya lo hemos dicho en otra oportunidad—, es la falta de seguridad jurídica; falta de seguridad jurídica que existe, precisamente, por estas marchas y contramarchas porque uno no sabe a qué atenerse; no sabe realmente cómo va a ser el proceso de selección de los candidatos. Ahora se fija una fecha, pero la verdad es que la certidumbre no está dada porque no se sabe cuándo van a ser las internas —eso lo sabemos todos—; fundamentalmente las internas del Partido Justicialista, que son las que causan todo este revuelo; todas estas idas y vueltas y a las que algunos no les queda más remedio que acompañar.
Yo debo reconocer, señor presidente, que nuestro partido está en una feroz lucha interna que tiene matices realmente lamentables que llegan, inclusive, a la sustitución del embajador en los Estados Unidos por un problema interno partidario. Así, la semana que viene vamos a considerar aquí el pliego de un embajador político que pone el presidente de la Nación para que esté, a lo sumo, tres meses en su cargo: un embajador político al que manda un presidente renunciante. Algo he leído de diplomacia y no conozco un caso así en todos los anales de la materia, en el sentido de que un presidente que renuncia mande a una Nación central a un embajador político para que ocupe su cargo por sólo tres meses. Porque lo va a hacer, a lo sumo por tres meses, ya que entre que venga el plácet, lo reciban allá, recorra todas las oficinas que tiene que recorrer y se junten los nueve embajadores con los cuales tiene que presentar el plácet —porque se presentan en esa cantidad—, cuando nuestro embajador en los Estados Unidos termine de hacer la ronda de presentaciones deberá comenzar la ronda de despedidas dado que se le va a terminar el tiempo.
Yo lamento mucho tener que hablar de estos temas aquí, pero es donde debo hacerlo. Porque esto que está ocurriendo hoy, esto que ha pasado hoy lamentablemente en nuestro bloque, esto de que venga la pelota de Diputados porque allá no sé qué exigencias tuvieron los radicales, que acá no tienen, para tratar primero una ley referida a los deudores, realmente es lamentable. Estamos en un terreno pantanoso y no es esta la forma de salir. Hay que salir para adelante tratando de que tiremos todos juntos con consensos básicos y no llevándonos por delante. Hoy en nuestro bloque nos han llevado por delante, señor presidente; nos han llevado por delante. No se ha cumplido con la palabra; y estamos aquí debatiendo esto no en el día en que tendríamos que haberlo hecho. No hubiéramos perdido absolutamente nada con tratarlo la próxima semana. Yo he pedido informes sobre cuánto han tardado los escrutinios anteriores para tener el resultado definitivo, que es un dato que hay que tener en cuenta antes de fijar una fecha. No quiero que cuando lleguemos al 25 de mayo el doctor Duhalde no sepa a quién le va a poner la banda, si es que la elección fuera realmente muy reñida.
Creo que hoy deberíamos haber estado tratando otros temas, como esos que habíamos quedado en considerar. La semana pasada hubo otro problema. Habíamos quedado en que hoy, en forma preferencial, íbamos a tratar el tema de los deudores hipotecarios; y en eso estuvimos todos de acuerdo. Sin embargo, hoy no lo estamos tratando sino que nos vemos considerando un cronograma electoral, porque el presidente de la Nación ha manifestado que tiene necesidad de hacerlo. Y esto no tiene nada que ver con el tema del Fondo, porque el subsecretario Nielsen dice que hasta febrero no va a haber acuerdo con este organismo, así que yo no creo que eso haya impulsado que hoy estemos tratando este proyecto de ley.
Señor presidente: quiero hacer una aclaración. Respeto la posición de los que piensan que la ley está bien y que es correcto que suspendamos las internas abiertas. Pero no todos proceden por los mismos motivos. Critico cuando hay algunos que están impulsando esta norma por los motivos que he manifestado; y no estoy generalizando respecto de todos los que pueden tener opiniones diversas, las que yo respeto totalmente.
Por eso, en un tema en el que todos deberíamos estar de acuerdo; lamentablemente no lo estamos. Me hubiera gustado que este proyecto lo votemos por unanimidad, pero no me gusta que me lleven por delante; no me gusta que me impongan; no me gusta que me saquen así, a los tirones, diciendo que esta ley hay que votarla porque se ha pedido.
Por supuesto tienen los votos suficientes y hubiera sido más fácil para mí decir que acompaño el proyecto, pero no tendría cara para explicar por qué apruebo algo que está en contra de mis convicciones. Por lo tanto, hoy no puedo votar afirmativamente este proyecto, máxime teniendo en cuenta las condiciones en que ha sido traído, del modo en que ha sido manejado y el manoseo que hemos sufrido, más allá de alguna deslealtad que hubo de por medio.
En consecuencia, voto negativamente en general y en particular.
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Sr. Menem. — Señor presidente: quiero hacer una aclaración.
No voy a contestar algunos pretendidos agravios, insultos y bajezas, porque no me rozan. No es mi costumbre agraviar ni agredir a nadie, sino decir mi verdad, y aquí no podemos ser censurados por lo que decimos.
Por el respeto que me merecen el señor senador por el Chubut y su partido —creo que nunca lo pueden poner en duda— le quiero aclarar que cuando dije de algunos que no quieren que les cuenten las costillas no me refería al radicalismo precisamente. Me refería a alguna otra fuerza política que, aparentemente, cree que tienen la vaca atada por el resultado de algunas encuestas y sé que no es así. Lejos estaba yo de querer hablar en tono peyorativo del partido centenario por el cual tengo tanto respeto. Y creo que eso sí merece ser aclarado, señor senador por el Chubut.
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Sr. Menem. — Señor presidente: quiero dejar sentada mi posición en el sentido de que, desde mi punto de vista, para los primeros artículos no es necesaria esa mayoría absoluta —aun cuando esto no sea conveniente a mi posición—, porque se trata ni más ni menos que del ejercicio derivado del artículo 88 de la Constitución Nacional en lo que hace a las facultades del Congreso.
De todos modos, si bien acepto el criterio del presidente, entiendo que ese requisito sí es exigido para el caso del artículo 6º, que requiere la mayoría exigida por el artículo 77 de la Constitución Nacional.
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Sr. Menem. — Señor presidente: quisiera que se cuenten los votos, puesto que en cada caso se tiene que hacer referencia a la cantidad.
Pido que esto se consigne en cada caso.
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Sr. Menem. — Señor presidente: este artículo 3º vendría a ser el anterior artículo 2º.
Por supuesto, sé que se va a mantener la redacción. Sin embargo, quiero llamar nuevamente la atención sobre lo peligroso que resulta dejar tan sólo siete días de plazo desde la segunda vuelta electoral hasta la asunción del nuevo presidente. Y me pregunto: ¿cuál sería el problema en anticipar siete días más esa segunda vuelta?
En algunos regímenes electorales, entre la primera y la segunda vuelta existe un plazo menor a un mes; pueden ser siete o catorce días. Por lo tanto, si se realizan el 27 de abril quedarían prácticamente tres semanas de plazo hasta el 11 de mayo.
Por lo tanto, por razones de responsabilidad legislativa, quiero permitirme sugerir —ya sé que mi propuesta va a ser votada en contra, pero quiero dejar sentada mi posición— que es muy poco tiempo un plazo de siete días entre la segunda vuelta electoral y la fecha de asunción de las nuevas autoridades.
Es más, he averiguado sobre este punto en varios distritos y gente que cuenta con experiencia me ha dicho que siete días es muy poco tiempo y podría haber problemas.
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Sr. Menem. — Señora presidenta: entonces debemos convenir que no estuvieron bien pensados los plazos. O sea que cuando hablé de improvisación, no lo hice sin fundamento.
Según trascendió, se había pensado en el 20 o el 21 de abril. Y después se dieron cuenta de que eran las Pascuas. Tal vez se decidió cambiar la fecha por aquello de “Felices Pascuas”, que no les trae buenos recuerdos a algunos.
De todos modos, esto es como cuando la frazada es corta: se tapa la cabeza y se destapan los pies. Indudablemente, no está bien hecho el cronograma electoral.
Respecto del escrutinio creo que no se va a cumplir con la ley. Pero además, puede haber una gravísima situación institucional que debió preverse. Ojalá que no ocurra lo que pienso, y que el que gane lo haga por mucho y que el otro no tenga ganas de reclamar. Pero estamos corriendo un serio peligro.
Por lo tanto, dejo sentada mi posición en el sentido de que siete días es un periodo muy exiguo y arriesgado.