Cuestión de privilegio por desórdenes en el recinto que interrumpieron una sesión del Senado (25 de octubre de 2000)

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59ª Reunión – 25ª Sesión ordinaria

Sr. Menem. — Voy a plantear una cuestión de privilegio.
En nombre del bloque justicialista, voy a hacer este planteo en defensa de nuestros fueros parlamentarios, con motivo de los bochornosos acontecimientos ocurridos en el recinto, en la última sesión de esta Cámara.
En ocasión de tratarse precisamente la aprobación del plan de labor que, como ya se ha hecho costumbre, es el tema que nos lleva más tiempo, más aún que los propios proyectos, se suscitó una discusión en el recinto, un debate, en el cual, de pronto, empezó a tomar activa participación la barra, el público que había sido convocado seguramente para alentar la aprobación de un determinado proyecto de ley.
En una democracia se deben admitir todas las manifestaciones y expresiones. Creo que, en ese sentido, en estos diecisiete años de democracia, hemos madurado. Pero lo que no se puede, desde ningún punto de vista, admitir es que las expresiones y manifestaciones dificulten el funcionamiento de un cuerpo de la República.
En este caso, como es de público conocimiento, como lo reflejaron la prensa y los medios de comunicación, las personas convocadas en las galerías empezaron a proferir todo tipo de insultos y de manifestaciones en contra de los senadores que no estábamos a favor del tratamiento de un determinado proyecto.
Voy a pasar por alto la cuestión de los insultos y de los improperios de todo calibre que fueron propinados porque, como decía en una oportunidad con característica sapiencia el señor senador por Catamarca, Villarroel, los insultos descalifican a quien los emite más que a aquel que es destinatario de ellos.
Con esa filosofía, tanto mis compañeros de bancada como yo aguantamos estoicamente este tipo de manifestaciones injuriosas en espera de que las autoridades de la casa pusieran orden nuevamente. Lamentablemente no sólo no pusieron orden, sino que las manifestaciones fueron in crescendo a tal punto que, en determinado momento, cuando todos creíamos que había pasado y que podíamos reanudar la sesión, irrumpió otra barra, más numerosa y violenta que la anterior, portando pancartas y todo tipo de elementos que revelaban cuál era el propósito que los llevaba.
No tengo recuerdos de que en estos diecisiete años que llevamos de funcionamiento del Parlamento, después de restituida la democracia en 1983, este cuerpo no haya podido sesionar como consecuencia de las manifestaciones del público asistente a las galerías.
No solo nos hemos sentido agraviados sino imposibitados para ejercer el mandato que nos han dado nuestras provincias para legislar. Se ha producido como nunca una típica manifestación de violación de los fueros parlamentarios porque no nos dejaron sesionar. Había temas importantes para tratar pero no pudimos sesionar por las manifestaciones en las galerías y por la pasividad –debo decirlo con cierto dolor– de las autoridades de la casa, que no tomaron las medidas para evitar lo ocurrido, y una vez producido el hecho, para hacerlo cesar, porque antes que nada estaba la defensa y el funcionamiento de un cuerpo de la República.
Entonces, esta cuestión de privilegio tiende a que se investigue cómo se produjeron los hechos y quiénes autorizaron el ingreso de las personas que provocaron los disturbios. Quiero que sirva como antecedente para que de aquí en más las autoridades de la casa velen por el normal funcionamiento del cuerpo y también por la dignidad de los senadores, que se vio fuertemente afectada por las manifestaciones de los que en ese momento estaban ocupando las galerías.

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