Discurso como Presidente de la Asamblea Legislativa con motivo de la visita oficial de la Presidenta de Nicaragua Violeta Barrios de Chamorro

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26 de marzo de 1992
Asamblea Legislativa
Diario de Sesiones – Tomo 1° – 1ª Parte – Páginas 5844 a 5846

Sr. Presidente (Menem). — Continúa la sesión.
Excelentísima señora Presidenta de la República de Nicaragua, Honorable Asamblea, señores invitados especiales:
El Congreso de la Nación Argentina, a través de su máxima expresión que es esta Asamblea Legislativa, tiene hoy el alto honor de recibir a la señora presidenta de la hermana República de Nicaragua, doña Violeta Barrios de Chamorro.
La satisfacción y el beneplácito que hoy sentimos los que integramos el Parlamento argentino, que representa el más amplio espectro del pluralismo político nacional, no lo es sólo porque recibimos a quien consagrada por el voto popular ejerce la primera magistratura de una nación amiga, sino también en atención al respeto y a la admiración que nos inspira su persona por sus antecedentes, su trayectoria y su incansable lucha como mujer, como periodista y como dirigente política.
Nuestros pueblos, distinguida señora, están entrañablemente unidos, no solamente porque compartimos el territorio de un continente, hablamos la misma lengua, tenemos identidad de razas y similares antecedentes históricos, sino también porqué hemos afrontado los mismos problemas para alcanzar nuestra independencia, para consolidar nuestra democracia y para lograr un mayor bienestar para nuestros compatriotas. También estamos unidos por la imperiosa necesidad de encontrar los caminos y los mecanismos para lograr que la paz se instaure definitivamente, no sólo en nuestros países sino en el mundo entero, desterrando para siempre la violencia irracional que constituye una lacra para el género humano.
Somos conscientes de que ha llegado una nueva hora para Nicaragua, para la Argentina, para toda América latina. Hoy nuestros países están afrontando con decisión y audacia el desafío de ser protagonistas de grandes transformaciones sociales y económicas a través de reformas estructurales para que el Estado pueda dar adecuada respuesta a las reales necesidades de la gente.
Además, queremos integrarnos activamente al nuevo orden internacional en gestación, sustituyendo el atávico concepto de dependencia por la moderna concepción de la interdependencia, en la cual nuestros países pasen a ser protagonistas y no meros testigos de los profundos cambios que se están produciendo.
Señora presidenta: al comienzo de estas palabras había expresado nuestra admiración hacia su persona y no puedo dejar de referirme en ese sentido al temple inquebrantable que usted demostró cuando el dolor de la muerte y la tragedia golpearon las puertas de su propio hogar, arrebatándole al compañero de toda su vida, el ilustre periodista don Pedro Joaquín Chamorro. Fue en esos momentos aciagos en que, cuando las presiones de toda índole le imponían el aislamiento y quizá la seguridad del exilio, no trepidó en rechazarlos para ponerse de pie y enfrentar el desafío con todos los riesgos que ello implicaba y en su propio país.
Fue así como continuó luchando por sus ideales de libertad y justicia, tanto desde el combativo diario “La Prensa” como desde la Junta de Gobierno que se constituyera luego de derrotada la dictadura, y como lo sigue haciendo ahora desde el alto sitial en que la ha colocado su propio pueblo.
Además de valorar su temple como mujer, reconocemos sus condiciones y su visión de estadista al conducir en momentos muy difíciles los destinos de su país hacia los objetivos que señalara al asumir su presidencia: consolidar las libertades democráticas, impulsar al máximo la producción económica, reducir las desigualdades sociales y gobernar con espíritu de reconciliación. A tales fines convocó a todos los sectores de la vida nacional, incluyendo la participación de adversarios políticos en funciones importantes de gobierno.
Señora Presidenta: sabemos de las dificultades económicas por las que su país atraviesa, al igual que el resto de las naciones latinoamericanas, pero sabemos también de su firme decisión de enfrentarlas a través de un severo programa de estabilización económica, de privatización de las grandes empresas nicaragüenses, de contribuir a la revitalización del Mercado Común Centroamericano y de la celebración de acuerdos de libre comercio con otros países de América.
En esa lucha, señora presidenta, Nicaragua no está ni estará sola porque ha llegado la hora de la integración latinoamericana y hemos iniciado el camino hacia esa Patria Grande con que soñaron nuestros grandes hombres. Sabemos que ese tránsito no será fácil, pero estamos dispuestos al sacrificio porque, como decía nuestro general don José de San Martín, “…el verdadero patriotismo, en mi opinión, consiste en hacer sacrificios. Hagámoslos y la patria sin duda alguna será libre; de lo contrario, seremos amarrados al carro de la esclavitud….”
Por todo ello, señora Presidenta, su visita a nuestro país resulta trascendental, no sólo porque consolidará nuestros tradicionales vínculos de amistad y fraternidad sino también por los importantes convenios que se celebrarán y que redundarán en beneficio de nuestros países.
Dentro de ese marco de amistad no puedo dejar de señalar y de agradecer el apoyo irrestricto que dio Nicaragua en todos los foros internacionales a las legítimas reivindicaciones de la República Argentina sobre las islas Malvinas, así como también de destacar la participación que tuvo nuestro país en el Grupo de Apoyo a Contadora para la solución pacífica y negociada del conflicto centroamericano y en la Comisión Internacional de Verificación y Seguimiento del Acuerdo de Esquipulas II, sin olvidar por cierto la intervención del actual Presidente argentino en octubre de 1989 en las gestiones para prorrogar el cese del fuego entre el gobierno y la resistencia nicaragüenses, lo que mereció el reconocimiento de los gobiernos de Nicaragua y de los Estados Unidos. Es decir, señora presidenta, que ayer fueron Ortega y Alfonsín; hoy son Chamorro y Menem. Cambian los gobiernos, cambian los signos políticos, pero siempre nicaragüenses y argentinos estarán juntos en la lucha por lograr nuestra independencia y nuestra libertad. (Aplausos.)
Señora presidenta: nuestros pueblos tienen un pasado común que los une como parte de la gran nación latinoamericana, un presente que están construyendo ellos mismos con trabajo, con esfuerzo, con imaginación y creatividad, y un futuro que estamos seguros será venturoso para todos los latinoamericanos.
Para ellos debemos hacer del amor un arma todopoderosa, de la fraternidad una consigna, de la democracia un estilo de vida y de la libertad una bandera fundacional.
Si quisiéramos encontrar una síntesis de los indestructibles lazos que unen a nuestros pueblos, podríamos citar al inmortal Rubén Darío, a quien siendo nicaragüense lo sentimos como argentino. En testimonio de ello cabe recordar el histórico brindis que hicieron nada menos que Pablo Neruda y Federico García Lorca en ocasión de un homenaje que le rindieron al ilustre poeta nicaragüense en la primavera de 1933, precisamente aquí, en Buenos Aires.
Refiriéndose a Rubén Darío como el poeta de América y España, decía Lorca: “Pablo Neruda, chileno, y yo, español, coincidimos en el idioma y en el gran poeta nicaragüense-argentino-chileno y español Rubén Darío”. Y luego expresaban al unísono: “…por cuyo homenaje y gloria levantamos nuestros vasos”.
Creo que el mayor homenaje que hoy podemos rendir a nuestros pueblos —distinguida señora— es ponerlos bajo la advocación de las inmortales palabras de Rubén Darío: “Paz para los creadores, descubridores, inventores, rebuscadores de verdad. Paz a los poetas de Dios. Paz a los activos y a los hombres de buena voluntad”. (Aplausos prolongados.)

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